domingo, 28 de junio de 2009

Baile

Quien no estuvo en una de esas fiestas donde se la paso bailando y chupando toda la noche? En la que miraba a los ojos a sus amigos y el resto de las personas no existía? donde la comunicación se daba en miradas y gestos y no hacía falta nada más?

A veces nos encontramos bailando con un extraño. Sumidas en la posibilidad de proyectar nuestros sueños y convertirlo en el príncipe azul. Y bailamos y nos reímos y nos tocamos.

Pero los bailes se terminan, de madrugada. Alguien prende la luz y los rostros felices se tornan pálidos, avejentados, ojerosos, transpirados, despeinados. La máscara de pestañas se diluye por el rostro dejando trazos negros. Los labios ajados y los dientes amarillos de fondo en una sonrisa desdoblada.

Se acabó la ilusión. Se acabó la alegría. Los cuerpos se inundan, ahora, en cansancio y los huesos pesan, duelen, se sienten húmedos.

Cuando comenzamos a bailar, sabemos como vamos a terminar. Pero bailamos igual, porque nos da alegría, y aunque se esfume en unas horas, y aunque tardemos una semana en recuperar las fuerzas, bailamos. Una y otra vez. Y hasta soñamos con volver a bailar pronto.

Y eso pasa en algunas de las relaciones que empezamos. Sabemos que son sólo un baile - a veces una pieza, a veces toda la fiesta, a veces un concurso- Pero sólo eso. Y las disfrutamos y lo pasamos lo mejor posible, a pesar de los pisotones y de la falta de ritmo y de la sudoración. Y alguien prende la luz y nos avisa que ese maravilloso momento se terminó. Y vamos a estar un tiempo tirados y cansados hasta recuperar esas energías. Y ansiamos el próximo baile. Y bailamos de nuevo...

1 comentario:

princesavampira dijo...

ahora se llama bailar?