lunes, 16 de abril de 2012

Esto, la ropa

Siempre vuelvo a lo mismo. A que soy mujer, pero no soy minita. A que no puedo leer una Cosmopolitan sin vomitar. A que en una conversación no paso del segundo par de zapatos sin aburrirme.
Soy asi. No hay vuelta que darle.
Pero lo que me sembró una duda, o una certeza, es que tengo dos amigas que andan en "algo" con unos tipos, y les agarró junto con la fiebre de la tecnología, la moda de pasarse fotos con sus muchachos sobre como se vistieron ese día. Y sí, ellos también lo hacen, de hecho, ellos lo inician.
Si en una relación, el primer saludo diario que me da una persona, es una foto con la ropa que se puso para ir a laburar, inmediatamente lo bloqueo. Sorry, no lo tolero. No me parece ni dulce, ni tierno.
Pero dejemos las opiniones de lado. Lo que me preocupa es que si dos personas salen con dos tipos tan distintos. Dos tipos que quizás nunca se cruzaron en su vida. Dos tipos que probablemente ni siquiera peguen onda para compartir una birra. Dos tipos que si algo tienen en común, es sacarse fotos con lo que se pusieron en el día para pasárselas a mis amigas, entonces yo me preocupo.
Porque señores, si este es el parámetro de una relación entre adultos, YO me quedo afuera. Es así. Es una decisión. Antes que fashionista, soltera.

miércoles, 11 de abril de 2012

una leona

Agazapada entre la maleza, observando, cada vez más detenidamente, cada uno de sus pasos. Por momentos creo que puedo predecirlos. Sin embargo, cada día me sorprende. Entonces sigo ahí. Observando la presa. Escondida entre sombras trato de pasar inadvertida, de mimetizarme con el paisaje, de no ser. Coexistiendo con el paisaje, paso a ser una planta más, un árbol, una roca. El león avanza sobre la presa, directo al cogote. Clavando sus colmillos sobre sus arterias, siente el temor que precede a la muerte. Muerde con más fuerza, hasta que se rinde. Yo, en mi escondite, me siento segura, disfruto de la brisa de una sombra tranquila. Y hasta respiro profundo, aliviada, de no haber sido yo la elegida. De no dejarme morir en sus garras. De no ser.
Pero hay que ser. Algo, hay que ser. Y reflexiono en que no soy un León. En que no puedo aventurarme a máxima velocidad a saltarte al cuello. Arriesgarme a que te escapes. Arriesgarme a matarte. No tengo ese coraje animal para llegar a las últimas consecuencias. Tampoco soy una gacela, suave, tranquila, casi despreocupada. No me muestro en grupos en la sabana, no me dejo ver, no me dejo apresar.
Mas estoy ahí. Viendo todo. Y ante el miedo, de sentir, se cazar o ser cazada, muestro mis dientes. Me vuelvo amenazante, dura, fría. Puedo ser domesticada, puedo ser tierna, puedo ser protectora y suave. Creo entonces que en definitiva, yo, soy una leona.